El proceso de la Revolución mexicana desatado durante 1910 tuvo su punto de inflexión histórica en la asunción de Francisco Madero como presidente de México en 1911 y en el marco sociopolítico donde se desarrolló la campaña electoral. La dictadura de Díaz era el blanco a demoler desde todas las esferas: la económico, la social y la cultural. La investigación sobre este período pretende, hasta donde es posible, dar cuenta de que en las fuentes históricas consultadas, como es el caso de François Xavier Guerra, Fernando Mires y Enrique Krauze, se otorga escasa consideración al trabajo realizado por el movimiento agitador de los principios del anarquismo agrario: el magonismo. Movimiento que se mimetizó con la masa indígena, obrera y campesina y que fue quizás el verdadero autor intelectual de la revolución. El epistolario, los discursos y artículos políticos de Ricardo Flores Magón, vertidos en el periódico Regeneración durante este período, y su lucha política desarrollada en el seno de las comunidades indígenas y en las zonas fronterizas del norte de México co-ocurrían con las disertaciones, ciclos de conferencias, actividades académicas y lectura de artículos culturales y filosóficos de los llamados jóvenes intelectuales fundadores del Ateneo de la Juventud en 1909. José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Antonio Caso, Diego Rivera son sólo algunos de los nombres de quienes lo integraron. Escritores, abogados, pintores y artistas, desde una “cosmovisión clásica” en el campo de las humanidades, elaboraron y reprogramaron prácticas culturales plasmando una política cultural nacional extensiva finalmente al resto del continente con un principio fundacional: el rechazo hacia la filosofía positivista. El resultado fue la implementación en el campo cultural de un complejo entramado retórico y político que contrastaba con la libertad y la elección de lo nativo mexicano que proclamaban, un proyecto vedado en la práctica a un alto porcentaje de la población mexicana: indígenas, campesinos y obreros.