Victoria Ocampo ha sido reconocida como una de las más grandes traductoras de nuestra historia intelectual. No tanto por su pericia técnica o su riqueza expresiva como por los resultados innegables de su empeño, por los efectos aún hoy palpables de sus emprendimientos en el área de las publicaciones y la industria editorial. Victoria Ocampo, entonces, es traductora pero también instigadora de traducciones. En este trabajo me propongo estudiar su conflictiva relación con la tarea que le dio sus mayores palmas. La directora de Sur no se sentía cómoda en las aguas de la traducción, tarea que por otro lado la definía como intelectual relevante. Esta incomodidad, lo que ella ha llamado su drama, reclama ser pensada y revisada. Para ello, nos detendremos en los numerosos textos que Ocampo dedicó a la traducción, y en aquellas páginas que destina a elaborar su relación con el francés. Las incisivas preguntas de Derrida en su “El monolingüismo del otro”, abrirán este recorrido crítico textual a una consideración de la cultura argentina moderna.