En este trabajo pretendo iluminar dos ideas centrales que me propongo desarrollar a lo largo de este artículo, ambas vinculadas a la aún tímida puesta en valor de las prácticas de lectura en voz alta y de narración oral en la escuela. Por un lado, argumento a favor de la revalorización del cuerpo de quien, como una “celestina”, media entre la letra escrita y los oyentes, se apropia de un texto ajeno, lo modifica con su voz, con silencios y con gestos; y por otro, sostengo que estas prácticas pueden constituir una renovada vía de acceso a la literatura.