El propósito general de nuestro trabajo es ofrecer un análisis del lugar que ocupó la voluntad divina en el corpus leibniziano. Lo voluminoso de la obra de Leibniz, sus dificultades de datación, la virtud grafómana de nuestro filósofo y el modo apretado en que trabó un concepto con otro, han llevado a una gran dispersión interpretativa que, por lo general, no se ha detenido a analizar de manera lo suficientemente “autónoma” el rol preponderante que Leibniz fue otorgando a esa facultad. La prevalencia de las “interpretaciones intelectualistas” en la literatura secundaria tiende a desdibujar el protagonismo que sucesivamente adquiriría la voluntad divina en el plan de una fundamentación de la teodicea leibniziana. La conciliación de los atributos de Dios con la existencia del mal en el mundo surgió tempranamente de la necesidad de combatir el sofisma que responsabiliza a Dios por las faltas y sufrimientos humanos. La voluntad estuvo en el centro de la cuestión desde los primeros años de la década de 1670. No obstante, el fuerte intelectualismo de esta primera época parece haber sellado las claves de un cuasi monopolio interpretativo que arroja a la voluntad al lugar segundón que le deja el entendimiento.