A lo largo del siglo XX, y aún a comienzos del siglo XXI, la mayor parte de los estudios sobre la obra de Paul Ricoeur han enfatizado sus escritos fenomenológico-existenciales y su posterior filosofía hermenéutica. Como corolario, su legado filosófico parece mayormente limitarse a una pretensión fenomenológico-hermenéutica, ocasionalmente mediada por el estructuralismo, enraizada en el campo de una antropología filosófica. No se trata de impugnar aquí que la cuestión del “sujeto”, o mejor, del “sí mismo”, sea individual o colectivo —tal como aparece en el lenguaje técnico de Soi-même comme un autre (1990)—, se erige como un tema central en su vasta obra. Tampoco es cuestión de negar que si bien sus escritos constituyen, como él mismo advierte, “la estructura de recepción para la filosofía política […] Esta filosofía política queda por hacer” (ver Ricoeur, P., “Le philosophe et le politique devant la question de la liberté”, 1969). Lo que sí se intentará destacar es que, como enseña nuestro pensador en “Le paradoxe politique” (1957), “[…] la humanidad viene al hombre por medio del cuerpo político […] que el individuo no se hace humano más que en esa totalidad que es la ‘universalidad de los ciudadanos’”. Sirva la cita al solo efecto de mostrar que si bien no elaboró una filosofía política metódica, que su investigación se detuvo en el umbral de lo político en el sentido preciso de una teoría del Estado y que existe escasísima bibliografía secundaria sobre el tema, su interés por la filosofía política no estuvo ausente en su obra. Como advierte y en gran parte muestra su principal biógrafo, François Dosse, “[p]or el contrario, sus trabajos siempre se nutrieron de la filosofía política”. Bajo esta premisa, se rastrearán sus reflexiones políticas, primero ocasionales y dispersas, luego un poco más sistemáticas, desde el que el propio Ricoeur considera su texto seminal en la materia, el ya citado artículo “Le paradoxe politique”, hasta su última obra publicada en vida, Parcours de la reconnaissance (2004).
Aclarado el punto de partida, la hipótesis de este trabajo —enunciada de manera sumaria— es que si bien el hilo conductor, y a su vez el telos, de su pensamiento político es el “vivir-bien” —razón por la cual lo político y lo ético de algún modo se co-implican sin fusionarse—, mientras sus trabajos tempranos apuntan a una síntesis entre libertad e institución, en el marco de una filosofía política autonomizada de lo económico; en los textos tardíos la síntesis es entre justicia e institución, en el dominio de una filosofía política que se resiste a ser reducida a lo jurídico.
Enunciada la hipótesis y dentro de una reconstrucción que podría calificarse de escalonada, se expondrán y se hará el esfuerzo cuasi inédito de articular, siguiendo un orden mayormente cronológico y en la medida de lo posible también contextual, los hitos principales del legado político de Ricoeur. Se declinará explícitamente todo intento de elaborar un sistema político orgánico porque si bien en sus escritos aparecen una y otra vez las nociones básicas de la filosofía política tradicional —Estado, poder, institución, contrato, violencia, etc.—, como dice con acierto Dauenhauer en “Ricoeur and the Tasks of Citenzenship” (2002): “Ricoeur no ha desarrollado una filosofía política comprehensiva, sistemática, que se dirija a los principales asuntos políticos […] Aunque su pensamiento político no está desprovisto de principios afianzados que conforman una unidad genuina”.