Cierro los ojos y escucho risas explosivas, el ruido de las zapatillas en el piso, gritos de emoción que simultáneamente colman el patio de la escuela, alguna que otra frase que por el timbre de voz del jugador prevalece a los demás decires: "no la llevo!", "eso es trampa!", "dale, dale!".
Ahora, me tapo los oídos y veo niños dispersos por todo el patio, algunos corren (o se corren), otros caminan, unos están en la galería, otros en las escaleras, unas nenas se llevan a cocochito, unos nenes patean una botella. Ni lo uno, ni lo otro parece suficiente para comprender lo que acontece.
La observación me ha permitido registrar los diferentes juegos que simultáneamente acontecen en el patio de la escuela, he podido identificar quienes juegan y a qué. He podido registrar movimientos corporales que parecían sumamente importantes pues a partir de ellos la dinámica del juego ha cambiado, pero no he podido explicar por qué un jugador se mueve constantemente, mientras otro permanece al límite de no ser identificado por sus compañeros; no he podido explicar por qué un jugador parece ser felíz corriendo por el patio aún cuando no lo persiguen. Mirando no puedo acceder a lo lúdico del juego, al sentido construido por los participantes que les permite reconocer que están jugando. Sospecho que al hablar el jugador expresa sus intenciones.
En esta ponencia se ofrece para la discusión los argumentos que sostienen algunas decisiones tomadas para acceder a lo lúdico.