El diagnóstico que Dewey hace es el siguiente: hay una separación entre experiencia ordinaria y experiencia estética, que nos impide ver su coincidencia íntima. Ya sea a causa de la perspectiva histórico-económica que separa productor / consumidor y el surgimiento de los museos a partir del ascenso de la burguesía; o bien porque, en general, la experiencia diaria sufre (o se sufre) como una carencia sustancial de aquello que le da un halo interesante y perspicaz. Parece que nos resulta difícil percibir la presencia de lo estético en lo concreto. Y por esa razón tendemos a separar los ámbitos.
Aquel sentimiento estético que sin ser propiamente arte pero siendo vida, apareciendo y apreciándose en la existencia cotidiana, es ante todo para la mayoría de los individuos la excepción, más que la regla. Pero las experiencias estéticas (nos) suceden en tanto criaturas sensibles. Sólo hay que prestar mas atención a eso que le da justamente cierto tenor a la existencia, la vuelve vida, y la hace ser de un cierto tipo y no de otro. No podemos sostener que el arte esta encerrado en los los museos, como si acaso fuera un universo tan pequeño y pobre de sentido que se nos escapa.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)