¿Pueden los filósofos seguir filosofando de espalda a la ciencia? Una parte considerable de la filosofía académica parece creer que sí. Este trabajo ilustrará las ventajas de tener en cuenta los aportes de diversas ciencias a la hora de pensar cuestiones complejas de filosofía política -y los falsos caminos en los que podemos caer por ignorarlos.
Mientras muchos análisis razonables sobre lo que exige la justicia social acaban justificando cierta desigualdad de ingresos, las investigaciones llevadas a cabo por Richard Wilkinson y Kate Pickett1 sobre los efectos de la desigualdad obligan a un replanteo. Provenientes de campos diversos (sociología del consumo y de la confianza, epidemiología, psicología, criminología y la biología del estrés) estos estudios descubren, desde distintos ángulos, facetas del mismo fenómeno, iluminando el modo en que la desigualdad afecta la calidad de vida y vuelve disfuncionales a las sociedades, deteriorando las relaciones sociales (los niveles de confianza así como los índices de violencia y la incidencia de políticas punitivas), y propiciando un aumento sostenido en los niveles de enfermedades ligadas al estrés (desde las enfermedades cardíacas hasta la obesidad) así como diversas formas de sufrimiento subjetivo en niños y adultos.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)