¿Cómo se forman las ideas? Tanto esta pregunta, como la alegórica respuesta que imaginaba Sarmiento alrededor de 1850 se enmarcaban en lo que podríamos caracterizar como presupuestos globales del liberalismo decimonónico –diseminados en los múltiples “ismos” que deparó la Ilustración: individualismo, racionalismo, utilitarismo, republicanismo. De ahí que la respuesta se centre en las capacidades receptivas del individuo: “Yo creo –decía Sarmiento– que en el espíritu de los que estudian sucede como en las inundaciones de los ríos, que las aguas al pasar depositan poco a poco las partículas sólidas que traen en disolución, y fertilizan el terreno”. Y de ahí, también, el interés que ofrece el ejemplo que da Sarmiento sobre su propia formación: en su primera estancia en Valparaíso pudo comprobar que manejaba ya un amplio espectro de lectura, compuesta por el catálogo de libros publicados por la imprenta El Mercurio. Textos de filosofía, política, literatura, pía y ficcional, provenientes de Europa, en su mayoría de Francia.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)