La concepción pragmatista de experiencia supone una compleja relación entre dos dimensiones: el sujeto y el medio circundante.
En el pragmatismo conceptualista de C.I. Lewis, la noción de sujeto epistémico remite al individuo activo capaz de asignar significado a un contenido de experiencia. Esta asignación es posible mediante la actitud interpretativa propia de la mente, que dispone a priori un determinado orden a la experiencia mediante un conjunto de categorías, conceptos, definiciones, principios y criterios comunes. Estos sistemas interpretativos reflejan nuestros modos y hábitos de acción más exitosos que constituyen la base y garantía de una comunidad de significado y un mundo común.
En cuanto a la noción de medio o ambiente, se entiende el entorno natural y social en que está inscripto el sujeto y con el cual debe lidiar en función de sus necesidades vitales.
Dicho entorno se caracteriza por su “estar dado”, por ser inalterable a voluntad y por presentar una pluralidad de complejos de cualidades susceptibles de valoración y significación.
Por último, aunque no menos importante, debe considerarse la relación que se establece entre ambas dimensiones. Ésta consiste en un vínculo complejo de interacción o transacción de manera tal que no es posible discriminar el papel o aporte de cada uno de los términos de manera aislada y precisa. Es la inmanencia de esta relación lo que caracteriza a la experiencia, la cual debe entenderse como el proceso dinámico y continuo de dicha interacción y no como su resultado.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)