El 29 de mayo de 1926, Walter Benjamin le escribe a Scholem explicándole que son los caminos de lo religioso o de lo político aquellos que se le abren como alternativas a la esfera puramente teórica. Benjamin se hallaba en la encrucijada de un tiempo que había dejado atrás la violencia y la catástrofe de la Gran Guerra y se repetía otra vez en este infierno –como el pensamiento que retoma de Strindberg– de poderes espectrales y demoníacos. Es así que en el punto de encuentro entre su pensamiento teológico – volcado en escritos y concepciones tempranas– y el marxismo, entre teología y política, estallan ante nuestros ojos las chispas de su propia radicalidad teológico-política. En este trabajo nos interesa recorrer las aristas de esta “radicalidad teológico-política” en el pensamiento de Benjamin en donde se abre la mirada desconfiada, sagaz y milimétrica del mundo moderno como el continuum histórico de lo profano, recorriendo los caminos de una descomposición y de la caída.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)