En el presente trabajo se destaca la capacidad de la cultura ilustrada para actuar sobre la realidad social y política. Por ‘cultura ilustrada’ nos referimos al estilo cultivado por aquel grupo que, alrededor de 1880, en Argentina, se constituyó por la articulación de lo cultural con lo político. (Rama, 1985: 36-50) Se trata de intelectuales funcionarios del Estado, entendiendo por tales a aquellos estudiosos para los que la práctica científica fue una rama de su función estatal y el criterio de demarcación provino de instancias exteriores a la práctica misma. Los intelectuales ilustrados asumirán como propio el control social, apoyados en la doctrina positivista. La percepción de una sociedad dispersa que debía ser homogeneizada se cruzó con el optimismo frente al poder reparador de la ciencia. Por tal motivo, el positivismo, como la herramienta más apta para la construcción de un programa que comprendiera las formas de dotar a la población de signos identitarios, provocó las mayores adscripciones.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)