En la segunda mitad del siglo XIII la recepción latina del De anima aristotélico encendió una polémica en torno a la naturaleza del pensamiento. Dos grandes líneas interpretativas se enfrentaron en diversas disputas: por un lado, una interpretación que se apoyaba en los comentarios de Averroes, y que tendía a considerar que la facultad del pensar (el intelecto) era una sustancia separada y única para todos los hombres; por otro lado, una línea interpretativa que consideraba al intelecto como una facultad individual.
Esta interpretación fue la seguida por Alberto Magno y Tomás de Aquino. Ambas lecturas de la noética aristotélica conllevaban profundas consecuencias prácticas. La lectura “averroísta” parecía propiciar teorías éticas y políticas de naturaleza colectivista.
La lectura “tomista”, por su parte, propiciaría teorías éticas y políticas de carácter individualista.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)