Desde sus nacimientos la historieta y el cine revelan marcas de filiación, de cercanía. En París, el 28 de diciembre 1895, Auguste y Louis Lumière a través de la invención del cinematógrafo y con su posterior exhibición en el Grand Café de Paris, dan el puntapié inicial de un nuevo sistema de significación, el cine. A su vez, a finales del XIX, se inicia el llamado “período moderno” de la historieta, que aparece como un producto cultural de la modernidad industrial y de la política occidental, en paralelo a la evolución de la prensa escrita como primer medio de masas. La prensa sensacionalista, recurre a las historias gráficas con el objetivo de atraer lectores que, si bien ya están alfabetizados, encuentran más sencillo entender ese tipo de mensajes menos complejos y más visuales. En la etapa fundacional del cine y el comic, ambos dispositivos -incluso- están ligados por su carácter de práctica marginal. La primera exhibición de los hermanos Lumière se llevó a cabo en el sótano de un café, actividad subterránea que luego se impondrá como atracción en los espectáculos de feria de la época. El público concurrente a estos sótanos y ferias poseía ese denominador “popular” y público que también caracterizaba a quienes se acercaban a la lectura del periódico desde la sección dedicada al humor y las historietas. Desde este origen común, las mutuas influencias y puntos de contacto se han reiterado en numerosas ocasiones. Nuestro recorrido de investigación acerca de las relaciones entre cine y comic se centra en la exploración de estos lazos. El presente estudio se focaliza en el análisis de un caso particular: la película uruguaya Whisky (Rebella y Stoll: 2004) y su relación con la historieta Jimmy Corrigan, the smartest kid on earth (Ware: 2000).