Las cofradías regionales españolas constituyeron un fenómeno de agrupación social para el culto surgido en la ciudad de Buenos Aires poco antes de la segunda mitad del siglo XVIII y que se extiende hasta fines del período colonial. Como evidencia de la complejización social de la ciudad, se integran entonces varias hermandades de blancos de diferentes características. Es interesante constatar que la afinidad social o profesional tradicional en la conformación de las cofradías, es reemplazada en varios casos por otros lazos, relacionados con el crecimiento y la diversificación de la población y la extensión de la traza urbana, de los que el criterio de afinidad regional fue el primero en aparecer. En 1746 los catalanes fundan en Santa Catalina la cofradía de Nuestra Señora de Montserrat, trasladada luego a su propia iglesia y diez años después los vascos hacen lo mismo al fundar la hermandad de Nuestra Señora de Aranzazu en el templo franciscano. A fines de siglo, las hermandades de gallegos (ca. 1795), catalanes (ca. 1795) y asturianos (ca. 1804) se asientan en la iglesia de San Ignacio y completan el panorama de cofradías regionales españolas en la ciudad.