No pretendemos agotar temas ni haber leído a todos los autores, es sólo una visión propia y cargada de subjetividad, que busca una secuencia de investigación propia, salvo cuando se citan autoridades. Estudiar desde la arquitectura a la arquitectura misma, considerando estilos y tipologías, no siendo arquitecto, es un despropósito: la percepción del objeto arquitectónico por un historiador es diferente y sólo posible como un testimonio más, como emergente cultural de una sociedad dada. Si abordamos a la arquitectura como construcción social, debemos proveernos de pruebas capaces de demostrar como el llamado ‘Período Independiente’, fue la apropiación por la oligarquía u oligarquías –entendiendo al término oligarquía como la forma impura de la aristocracia, en el sentido aristotélico, degradada en ‘rastacueros’, en la caracterización de Jauretche- de los modelos culturales europeos, a los que instaló en sus países gracias a las rentas nacionales de las que dispuso como propias. Las oligarquías nativas tomaron de manera ecléctica los valores culturales románticos, liberales y positivistas, sin crítica alguna. En arquitectura adoptaron también en bloque, a los diversos estilos neoclásicos como al múltiple modelo que los comprendía como clase que buscaba hallar linajes que la legitimaran: todo neoclásico se apoyaba en la Antigüedad, en unos nebulosos orígenes divinos que tanto convenía a los advenedizos.