De Hitchcock, se recuerda la ducha de Psycho, con aquella música (de Bernard Herrmann) inolvidable para la memoria auditiva a largo plazo. O, tal vez, el efecto de la cámara, hacia arriba y hacia abajo, hacia arriba y hacia abajo, en Vértigo, metaforizador de la patología acrofóbica de James Stewart. O, quizás, las bandadas de pájaros atacando. O, acaso, las eróticas escenas de Rear Window. Suspenso, terror; espacios cerrados, clausurados, huis clos: pocas luces, tenebrosa oscuridad, iluminación tenue. Un thriller supone la falta de claridad. El espacio teatral, por el escenario escaso, también, está representado constantemente en el cine del director inglés. ¿Y la ciudad? ¿Cuál es, entonces, la manera de mostrar una ciudad, las ciudades? ¿De qué modo se hace ver el informante espacial por excelencia al decir del estructuralismo barthesiano? Hitchcock consideró el enigma y supo cristalizarlo de diversas formas. Y este es el propósito (el deseo) de este capítulo. ¿Cuál, en otras palabras? El de instalar una hipótesis acerca de la representación de la ciudad en un corpus determinado de textos audiovisuales cinematográficos hitchcockianos. Me parece que un intento de ordenamiento, de agrupamiento, siempre constituye un acercamiento sugestivo. Otro tanto se procurará aquí.