Ante la aparición de nuevos escenarios móviles, en los cuales se puede observar el traspaso cultural y deportivo con el paso del tiempo, se converge en los individuos la actividad motriz con el entorno físico y -en algunos casos- con la manipulación del objeto utilizado por los mismos.
Aquí es pertinente situar la práctica del Longboarding inserto en un espacio físico exclusivo y social determinado, capaz de interpelar, transformar y regular la vida cotidiana de estos practicantes.
Unificar este deporte extremo con la mirada social traerá acomplejado una riqueza de valores y vivencias propias en cuanto a lo que se desprende de su universo vocabular y capital simbólico. Surgiendo de esta manera como una invasión cultural que trae configuraciones de movimientos corporales que vinieron a mover -en los últimos siete años- el tablero sociocultural y deportivo establecido hasta entonces.