Uno de los factores más relevantes del primer gobierno peronista (1946-1955) fue su significativa presencia en la vida social y política de la clase trabajadora argentina, estableciéndose así hondas transformaciones en la estructura social. Pero el imaginario peronista no sólo dejó su impronta en el proyecto político de nación, sino también en el campo cultural: la irrupción de la masas en la esfera pública instauraron un antes y un después en la vida cultural argentina, llevándose a cabo un proceso de modernización, que significó el establecimiento de nuevas pautas de consumo cultural. En este contexto, el teatro cumplió una función social. Las políticas culturales peronistas, que tenían al pueblo como eje central, consideraban que el teatro a través de un repertorio de calidad, le tendería a éste un puente de acceso a la cultura.