El cine es, un ejercicio de la mirada, una propuesta de alguien que ve el mundo y nos muestra su forma de ver a través de los ojos de la cámara, de cómo la mueve, de cómo encuadra. La obra de Ripstein recupera la importancia de la mirada, y va más allá del papel fundamental que ésta ejerce en la puesta en escena, pues la relación entre los personajes ocurre en buena medida a partir del intercambio visual, en sus cintas se da una recurrencia de elementos que remiten a la vista: espejos, lentes, ventanas. En “El castillo de la pureza”, en particular, éste es un eje articulador de la trama y el centro de las tensiones que ocurren en ella, la cámara, esa mirada particular que despliega Ripstein, ordena ese algo que se desliza, que pasa y se transmite.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)