El análisis crítico de algunos teóricos respecto del arte contemporáneo caracteriza al mismo como ligado más a cuestiones estéticas que a compromisos políticos. En comparación a los movimientos vanguardistas, consideran al arte posmoderno como “superficial”, distanciado de una mirada crítica hacia el mundo político y social de su contexto histórico. Es que para entrar al circuito hegemónico de la producción actual, es necesario adaptarse a las exigencias de un ámbito signado por lo novedoso, el shock, lo conceptual, lo que rompa las barreras de los límites estipulados. Respecto a esto, Fredric Jameson postula en su libro Teoría de la Posmodernidad que los rasgos característicos de la producción actual residen en una nueva superficialidad, que se prolonga tanto en la “teoría” contemporánea como en toda una nueva cultura de la imagen o del simulacro y el consiguiente debilitamiento de la historicidad.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)