De lo que se trata es de reflexionar sobre zonas de la práctica corporal que no se reflexiona, correrse del centro, romper con la tendencia centrípeta y trasladarse al límite. En lo que respecta al cuerpo, el reflexionar sobre su práctica, sobre sus formas de percibir, de hacer y de decir, no puede hacerse de otra forma que involucrando el mismo en lo concreto y reflexionando sobre lo invisible de lo visible, lo oculto, lo no dicho, sobre lo sujetado y todo aquello que fue corrido del centro y se encuentra en los límites subyaciendo la práctica. Este desplazamiento al límite de la práctica permite cuestionar lo central (normas, códigos, hábitos), aquellas configuraciones de movimientos establecidas, aquello de lo que no podemos dar cuenta porque no sentimos que haya algo de lo cual dar cuenta. Así el límite se constituye como el espacio donde la naturalización de ciertas formas de acción pierde su consistencia, y parece hacerse tangible la transformación. Este posible cambio, producto de la lucha en los límites, lo pensamos enmarcado en una práctica corporal concreta como el contac improvisación mediante un hacer disciplinado y una práctica caracterizada por cierta ascesis.