El carácter contemplativo del materialismo anterior a Marx, se traducía en el hecho de concebir a la experiencia tan sólo como resultado de la percepción pasiva del mundo exterior y la condición de reconocer a la fuente de la experiencia como exterior, objetiva, independiente de la conciencia. Pero la experiencia sensorial de por sí no proporciona un saber universal y necesario, capta sólo la faceta externa, superficial, de los fenómenos del mundo objetivo. Como reacción contra las insuficiencias del materialismo contemplativo en la interpretación del concepto de experiencia, surgieron, por una parte, el racionalismo, y por otra, la concepción idealista-subjetiva de la experiencia. Immanuel Kant adoptó una posición especial frente a este problema, entendió que las acciones caóticas del objeto («cosa en sí») sobre la conciencia se transforman en experiencia tan sólo como resultado de la actividad ordenadora de las formas apriorísticas (pre experimentales) del entendimiento. A pesar del idealismo, en el planteamiento que hace Kant del problema, se encuentra un sentido racional, precisamente la idea de que, en la cognición, el pensar del sujeto es activo.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)