A partir del estudio histórico de casos de Innovación en Diseño en la Argentina, sabemos que la Innovación debe tratarse conjuntamente en el Diseño del Producto, la Tecnología y la Gestión social (tanto puertas adentro como afuera de una empresa). Que cualquier innovación en un área repercute en la otra y que, además, es muy probable que si hay innovación en el diseño o la tecnología que no se acompañe en la gestión, esa innovación no sea concebida como tal en términos teóricos sino que además no de los frutos esperados o se vuelva atrás en el proceso. Necesaria atención sistémica que resuelve las disputas disciplinares por la adjudicación de niveles de relevancia teórica.
Desde el punto de vista del diseño, también hay que recordar que la innovación se puede dar en el Producto, en el Proceso productivo, como en el Sistema de comercialización. En uno, dos o los tres momentos. Lo ideal es que se atiendan conjuntamente.
Aunque hablar de “innovación” en Diseño no tenga consenso en términos de teoría económica, en el desarrollo profesional se define esta actividad por su capacidad de generar innovación en los productos. Pero aquí no nos ocuparemos de este tipo de innovación sino de la que el diseño puede ejercer en el proceso productivo.
La hipótesis a desarrollar es simple pero arriesgada: las mayores innovaciones que el diseño puede aportar a la gestión social de una cadena productiva, no se encuentran en el valor que le pueda agregar al producto sino en la capacidad que éste tenga de lograr una redefinición del proceso productivo mismo. Económicamente hablando, este aporte puede resultar radical si la solución propuesta conlleva además redistribuciones del poder dentro de una cadena de valor con aumento del empleo y mejoras en los desarrollos locales.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)