La Revolución de Mayo fue considerada por la historiografía liberal argentina como una instancia de ruptura con las prácticas y las representaciones políticas y sociales del pasado colonial, quizás en un fuerte paralelismo –forzado hasta el extremismo- de comprender a las revoluciones latinoamericanas- como resultado de un proceso a escala atlántica generado por la doble revolución europea. Generándose desde esta postura liberal el mito de los orígenes de la nacionalidad argentina, nacionalidad no obstante, que tardaría varias décadas en concretarse y no con pocos avances y retroceso.
A pesar de la fuerza de este paradigma el entramado histórico cultural que sustentaba esta interpretación de los hechos fue cambiando y desplazó su eje de atención en por lo menos dos cuestiones: relativizó las consecuencias sociales y culturales del proceso haciendo hincapié en las continuidades y en el largo plazo; en segundo lugar trajo a escena a nuevos actores que habían quedado opacados por la trascendencia de los “grandes hombres”. En definitiva se estaba en presencia de una nueva manera de hacer Historia en donde entraron en escena el gaucho, el negro, el miliciano, es decir aquellos personajes que conformaban los sectores populares en una sociedad jerarquizada y estratificada como la rioplatense en la aurora del siglo XIX.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)