Pareciera que las razones que Gilles Deleuze despliega en su Cinemá (1985) para referirse a la “explosión” del cine político moderno en el Tercer Mundo (el pueblo está ausente o sólo existe en estado de minoría, no hay límites discernibles entre lo público y lo privado, es imposible comunicar sino es con la lengua del amo colonial) , configuraran todavía un marco sugestivo para pensar el panorama total de los cines de la periferia global. En la complejidad de la escena contemporánea, bajo el paradigma de lo trasnacional-tecnológico, el espíritu de la “despolitización” y la aparente emergencia de un espacio imaginario global (ya no geográfico nacional) de cines fuera de la norma imperial, las mutaciones del orden representacional se presentan en su relación con el espectador más como variantes ideológico-políticas que como condicionantes estético-coyunturales.
Al mismo tiempo, y siguiendo con Deleuze, los propósitos del cine político moderno - por la “agitación” y la puesta en trance evidenciar la ausencia del pueblo y, si es posible, ordenar fragmentos “reales” para constituir “enunciados colectivos posibles” – siguen vigentes como clave de lectura de las películas de la periferia porque, si adherimos a nuestra pertenencia a esos pueblos sometidos, resulta imposible no pensar las trayectorias de los cines de la nación ante la comunidad sin imagen. En el marco del sometimiento económico y cultural, allí donde los colectivos no han podido verse sí mismos orgánicamente - y, por tanto, se han vuelto paradójica y perversamente contemporáneos- la ideología estética de cada obra fílmica se manifestará intencional o incidentalmente alrededor de esta cuestión, negando, afirmando o fabulando la idea de un pueblo. Como afirma Raúl Beceyro, más allá de la posibilidad de un género “político”, la ideología hegemónica reproducida “prolijamente” o cuestionada narrativa y, sobre todo estilísticamente, se despliega en las obras del cine.
La imagen del nosotros (traducción clásica: el pueblo) en crisis, y de la pérdida de fe en la transformación del mundo (el concepto también clásico de revolución) aparecen reveladas en cada obra como puesta en forma de los lazos entre hombre y mundo.