Desde la época colonial, el problema agrario ocupo un lugar central entre las preocupaciones de políticos e intelectuales. Dentro de él, la cuestión de la propiedad de la tierra emergía como uno de los principales problemas a resolver. Fundamentalmente su distribución. Pero de nada valieron los certeros diagnósticos que se hicieron sobre la realidad pampeana, extensa llanura, que contenía una potencial riqueza agraria, pero que estaba despoblada.
Posteriormente acaparada en pocas manos generaba miseria y pobreza, y las invocaciones de soluciones surgidas al amparo de doctrinas político-económicas en boga en la mayor parte de los países europeos-occidentales ni la observancia de las soluciones practicas del vecino del norte, podrán torcer el rumbo que los intereses de un determinado grupo social lograría imponer en el juego de poder sobre el control de la riqueza.
En América Latina en general, y en el Rio de la Plata en particular, la propiedad fue un dato permanente de la realidad, sin discusión. Lo que se denunciaba era la gran propiedad, el llamado latifundio, y no LA propiedad como derecho y fundamento de la sociedad política. Sí estaba claro que el llamado a la semejanza de un modelo estilo americano o europeo de una sociedad de pequeños propietarios nunca encontró los caminos de su viabilizacion. Las presiones vendrán por imperio de las necesidades e intereses y no por las necesidades e intereses de las ideas.