Tras el estreno de su primera pieza, Blasted (1995), la dramaturga británica Sarah Kane fue considerada como uno de los máximos referentes del nuevo movimiento dramático surgido alrededor de la década de los ‘90 en Inglaterra, conocido, entre otros epítetos, como «New Brutalists» o «In-Yer-Face Theatre». Estas expresiones fueron acuñadas por la crítica teatral para definir ciertas obras que se caracterizan por el extremismo de su lenguaje e imágenes y por provocar a la audiencia, confrontándola a partir del cuestionamiento de sus normas y prejuicios y forzándola a percibir de cerca la violencia desmedida presentada en escena. Como señala Aleks Siersz, estos jóvenes dramaturgos sacudieron el drama británico de su letargo y, llevando al extremo la experimentación con los recursos del lenguaje escénico, erigieron su propuesta de un teatro profundamente inquietante a nivel del contenido y desconcertante, explícito y radical en su forma. Promovieron la emergencia de una nueva estética identificada con lo que se ha concebido como «experiential theatre», en virtud de la insistencia en esa demanda de una reacción emocional por parte del espectador que lo obligue a abandonar su posición de mero observador para convertirlo en partícipe activo del hecho teatral.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)