Cuando, en el gozne entre el neoclásico y el romanticismo, Kant alumbra su teoría del genio se abre un destino para la obra de arte que avanza a lo largo del siglo XIX hasta alcanzar a Les demoiselles d´Avignon, el último cuadro moderno y el primero del siglo XX. Si el filósofo de Könisberg tomaba todavía como modelo de belleza la naturaleza, a la vez que nos adentremos en el siglo romántico será la interioridad del artista la que se instituya como germen creador, tomando el relevo a la belleza natural y, por lo tanto, al primado de la mímesis. De este modo, comenzando ya a declinar las poéticas normativas, la suerte del artista corre en paralelo a la suerte que conozca su propia creación. Por eso la creación es una tragedia.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)