Boris Vian tuvo una vida breve, pero intensa. Además de dedicarse a las letras, fue músico, ingeniero, locutor, escenógrafo, inventor y dibujante. Trabajó en la revista Les Temps Modernes, dirigida por Jean Paul Sartre, y tocaba su trompeta en las caves de jazz. Este carácter multifacético se advierte del mismo modo en su producción literaria: si bien fueron sus novelas las que lo hicieron famoso, también escribió cuentos, poemas, obras de teatro, guiones, etc. Por consiguiente, reducir su obra a un movimiento estético, tendencia vanguardista o periodo histórico resulta una operación inútil y ridícula. En él, conviven el surrealista, autor de La espuma de los días, el existencialista melancólico o el sátrapa insolente, entre otros.
En este trabajo, me abocaré a su faceta de escritor de ciencia ficción. Particularmente, trabajaré Que se mueran los feos, la última nouvelle que se publicó del periodo Sullivan, la cual se erige como una parodia de la célebre obra de Wells: La isla del Dr. Moreau.
Mi hipótesis es que Vian recupera el binomio hombre-bestia, presente y discutido en la obra del estadounidense, y lo reformula. En consecuencia, las bestias serían todos aquellos individuos que no responden a la norma que establece un discurso de la doxa y sufren un proceso de subalternización.