La vida del chileno Roberto Bolaño (1953-2003) estuvo signada por los viajes y su posibilidad trasformadora, dentro de Chile primero, después en Latinoamérica y por último desde aquí hacia Europa, donde se radicó y terminó sus días en un pueblito español, Blanes. Si bien lo más conocido de su obra es su narrativa, Bolaño se inició como poeta en el movimiento vanguardista mexicano denominado Infrarrealismo, que fundó junto a Mario Santiago en 1976. Bolaño sabía que para «comenzar a escribir de nuevo», había que despojarse de «todo», nuevamente. En su manifiesto ponderan: «prueben a dejarlo todo diariamente. (…) hacer aparecer las nuevas sensaciones –subvertir la cotidianeidad. Déjenlo todo, nuevamente, láncense a los caminos» (BOLAÑO, 1976). Pero no se trataba de negar el pasado, sino de revisitarlo para escribir «como si» se comenzara desde cero; ésta será una propuesta que Bolaño mantiene vigente hasta sus últimos textos. Ese regreso al pasado hace de su obra una red articuladora de géneros, registros y discursos, donde otros textos y voces se cruzan para producir nuevas significaciones. Los textos bolanianos serían, así, efectuaciones de un discurso que produce «de nuevo» sobre la base de la transformación de otros discursos y textos. Uno de los nudos de la red intertextual que constituye la obra de Bolaño sería la poesía del español Jaime Gil de Biedma (1929 – 1990), gran lector, como él, de poesía francesa, en particular de Baudelaire y Mallarmé. Si bien la crítica sostiene que los temas cotidianos de la poesía bolaniana surgen bajo el prisma irónico heredado del poeta chileno Nicanor Parra, sin negar esta vinculación pensamos que Bolaño también recupera la ironía, la idea de autoficción, la concepción de la vida y la escritura como viajes, presentes en la poesía de Gil de Biedma.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)