Muchos y diferentes entre sí son los artistas que han dejado su huella en la obra de Cocteau. Con algunos tomó contacto siendo muy joven, con tan sólo 19 años. Este mimado niño prodigio en busca de una poética personal había logrado fascinar al actor rumano Édouard de Max, quien organizó una lectura de sus poemas. Por ese entonces, ya se paseaba provocativamente por las calles parisinas, codeándose con grandes personalidades como Catulle Mendès, la Comtesse de Noailles o Marcel Proust. Hasta ese momento, confesaría muchos años después, creía ingenuamente que la poesía era un juego, de la que sólo percibía la parte encantadora, sin sospechar todavía la existencia de algo más profundo y terrible: el que, como una mantis religiosa, la poesía devorase al amante poeta. Recién cuando lo supo, descubriendo en qué consistía realmente, decidió dejar de perder el tiempo. Enterrando para siempre sus poesías de juventud a las que consideraría más tarde como absurdas (las excluyó de sus obras completas), se vinculó con artistas que iban a abrirlo a nuevas formas de llevar a cabo la creación artística.