Nacido de la filosofía, el término “alteridad” ya fue empleado por Aristóteles para aludir a aquellas instancias donde no hay determinación; donde se carece de puntos en común. Cuando Kant desarrolla las nociones de identidad y diferencia, cuando Emmanuel Levinas enuncia su “teoría ética de la modernidad” y se refiere al “otro”, la alteridad hace acto de presencia.
La alteridad supone no sólo una “diferencia”, una pérdida de la semejanza, sino también un enfrentamiento con lo que es “idéntico”. Las diferencias abren posibles caminos a la singularidad de cada cosa; se enfrentan al trillado camino de las semejanzas y construyen la presencia del “otro”.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)