La prostitución como una de las instituciones más visibles del sistema capitalista patriarcal es también la que presenta ínfimos cuestionamientos por parte de la mayoría de la sociedad. Su inmemorial permanencia así como su supuesta inevitabilidad para la supervivencia de la virilidad masculina a través de la descarga de instintos naturales son algunas de las excusas que se esgrimen, aún hoy, para dotar a la prostitución de características que nos llevan a naturalizar su existencia y, por ende, a no objetar la misma. En efecto, tal como señala Carole Pateman, “la prostitución es parte del ejercicio de la ley del derecho sexual masculino, como uno de los modos en que los varones se aseguran el acceso al cuerpo de las mujeres”.