A partir de los años 80, bajo el peso del llamado giro lingüístico, algunas teóricas, enmarcadas en corrientes postestructuralistas y preocupadas por los efectos materiales del lenguaje, comenzaron a analizar y cuestionar la categoría de experiencia y en especial la noción de experiencia corporal. En ese contexto no sólo se produjo una innovación conceptual fuerte en el campo académico (se transitó de los estudios de la mujer a los estudios de género) sino que se puso sobre el tapete la necesidad de analizar algunas categorías.
Si Scott y las polémicas provocadas por su texto The Evidence of Experience (1991) constituyen el primer nudo de nuestro trabajo, es tras la sugerencia de Linda Alcoff que realicé el segundo recorrido, sobre la cuestión de la corporalidad y las posibilidades de la articulación de las palabras.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)