Las primeras décadas del siglo XIX sorprendieron a los habitantes del Río de la Plata con fervientes ánimos independentistas, y (aunque una afirmación como la que sigue reclamaría explicaciones más extensas y satisfactorias), comienza entonces un proceso más o menos generalizado de escisión con Europa, y, paralelamente, la búsqueda de formas expresivas adecuadas a las nuevas realidades, capaces de vehiculizar esos nuevos ánimos y de construir –en el papel– un espacio utópico de conciliación: la nación. Esta poesía patriótica, por germinar al calor de los movimientos emancipadores, presenta ciertos temas recurrentes como ser el de la libertad, la fraternidad y en general, todos aquellos valores con los que se pretendió legitimar el sentimiento “nacional” y de independencia. Cuando en 1816 el “Ejército Pacificador”, bajo las órdenes del General Lecor, invadió la Banda Oriental, ésta fue anexada al imperio portugués y convertida en la Provincia Cisplatina. A lo largo de los once años que duró la ocupación luso-brasilera, la poesía patriótica (hasta entonces preocupada en denunciar la crueldad de España), concentró sus esfuerzos en denostar al nuevo tirano, a “ese déspota insolente / que en el Brasil domina” (J. C. Varela en Lira: t. I, 61).
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)