Doris Dörrie es una prolífica escritora de literatura. Sin embargo, es más conocida como cineasta, ya que se la considera la directora de cine más importante de Alemania. De hecho, desde el estreno de Männer… (Hombres, hombres...) en 1985, es la realizadora alemana más exitosa dentro y fuera del país. Suele decirse que el fuerte de Dörrie es retratar a la mujer y las relaciones de pareja heterosexuales y que justamente a esto se debe su éxito cinematográfico. Según la autora, la situación de la mujer ha cambiado hacia fines del siglo XX, debido a la independencia económica y al hecho de poder controlar cuándo y cómo tener hijos. Esto ha provocado grandes cambios en las relaciones de pareja, otorgando mayor libertad a la mujer en las decisiones sobre su vida. Según Dörrie, esta nueva libertad no se traduce en mayor felicidad, puesto que resulta difícil de manejar y vuelve las relaciones de pareja más complicadas y tendientes a la infelicidad. En sus relatos literarios y cinematográficos, la pareja feliz aparece como un mito que nunca se concreta. Dörrie pareciera desmitificar el amor heterosexual idealizado y feliz, sus relaciones de pareja nunca redundan en la felicidad de los involucrados, sino que persiste cierta insatisfacción.
Asimismo, en varias ocasiones se encarga de retratar figuras masculinas, hombres heterosexuales que se ven enfrentados a estereotipos de heteromasculinidades idealizadas a los que resulta imposible ajustarse y que generan, asimismo, restricciones respecto a las potencialidades personales1.
El objetivo de este trabajo es analizar la presencia de personajes LGBTIQ en los textos literarios y cinematográficos de la autora. En particular, me referiré a la película Keiner liebt mich (Nadie me quiere, 1994) y, muy brevemente, a la novela Das blaue Kleid (El vestido azul, 2002). Ambos relatos se centran en figuras femeninas pero tienen una contrapartida en personajes gays: Orfeo en el caso de Keiner liebt mich y Florian en Das blaue Kleid. El encuentro de las protagonistas con lo otro étnico y sexual les permite el reconocimiento de sí mismas y, también, de las falencias de la cultura occidental. Dörrie se pone del lado de las minorías que todavía después de la caída del muro siguen sufriendo discriminación e incomprensión.