Al abordar la obra del poeta asturiano Ángel González (1925- 2008), uno de los principales exponentes de la fecunda generación del “medio siglo” español, resulta, sin duda, llamativa la insistente presencia de tipos textuales, tópicos, géneros, moldes, temas provenientes de la tradición poética, diseminados en poemarios en los que sobresale un irreverente ejercicio escriturario, caracterizado por el uso constante del elemento lúdico, la ironía o la parodia. Esta segunda esfera, la más trabajada desde la crítica, ha ceñido los cauces gonzalianos en el estrecho margen de la “antipoesía” o la “poesía lúdica”, sin observar que su obra, a la vez, establece nítidas conexiones con la tradición poética que, llegan, incluso, hasta los clásicos, brindando a través de nuevas modulaciones, “respuestas personales” a “interrogaciones clásicas y siempre vigentes”, estableciéndose entonces, como señala el poeta García Montero, un “diálogo abierto, interesado y singular con la tradición” (p. 15). Así, la entrada retórica permite advertir las vinculaciones que, desde la contemporaneidad, realiza su poesía respecto de la tradición heredada, a partir de la remozada y actualizada escritura de, por ejemplo, madrigales, sonetos, elegías, églogas, odas y canciones.
El propio González alude a esta pervivencia ineludible de la historia literaria en su poesía, que convierte, de modo deliberado o inocente, la “escritura” en “reescritura”, transformando el poema en un palimpsesto en el que conviven, sin contradicciones, lo clásico y lo moderno (Ruiz Pérez 2004: 285-286).
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)