Sabido es que los grandes lineamientos de las políticas lingüísticas de nuestro país son fijados por las autoridades educativas ministeriales de la Nación luego de procesos de consenso en el que intervienen actores variados que van desde los representantes provinciales hasta comisiones integradas por docentes y autoridades de instituciones de enseñanza (Bein, 2010). Sin embargo en este trabajo no abordaremos aspectos relativos a las decisiones oficiales o la situación actual de la glotopolíticaen nuestro país, en términos de Arnoux (2011: 37). Nos proponemos mostrar cómo el docente dentro y fuera del aula toma decisiones “políticas” en su quehacer cotidiano, es decir, realiza actos que lo conciernen y que están impregnados de una ideología no imputable a estamentos de jerarquía superior. Pertenecer a una asociación profesional que defiende los intereses político-lingüísticos de sus miembros, escoger tal o cual variedad lingüística en el aula o, finalmente, desentrañar las representaciones sociales de los aprendientes sobre la lengua extranjera (Castelotti y Moore, 2002: 10 y Klett, 2002: 333) son algunos ejemplos del quehacer docente vinculados con la política lingüística. Esto demostraría que siempre existe un margen de maniobra para un profesor creativo y poseedor de imprescindible apoyatura teórica. Se explorará el campo de las acciones del docente ejemplificando la postura expuesta. Responderemos a algunos interrogantes que surgen de nuestros propios planteos.