A la luz de los hechos históricos y políticos de fines de siglo XIX y comienzos del XX en la Argentina, veremos como la clase media se relacionó con un conjunto de objetos de cerámica particular. El proyecto eurocentrista, agroganadero, exportador de materias primas se impuso y condicionó no solamente macroestructuras políticas y económicas, sino hasta los últimos rincones de la vida diaria. Las vajillas y porcelanas importadas del extremo oriente provocaron un gran impacto primero en la nobleza y más tarde en la flamante burguesía europea. Ante ello, los estados del viejo continente fomentaron y protegieron el desarrollo de la industria de la porcelana en sus países. Al llegar a nuestras tierras, utensilios similares provocaron en la población reacciones similares, pero la respuesta por parte del Estado argentino fue diametralmente la opuesta: para satisfacer este nuevo deseo impulsó la importación de manufacturas, en franco desmedro de un incipiente desarrollo local. La clase media como grupo social emergente, al consumir vajillas importadas, hizo propio el concepto civilizatorio liberal, renegando no sólo de lo autóctono, sino de parte vital de su pasado.