La comunicación social, así como su producción de sentido y su bagaje científico, son una de las artes milenarias que menor dedicación han recibido por parte de sus hermanas académicas. Pese a que en gran parte el trabajo de los comunicadores se centra en recoger la tradición de la oralidad, aquella que permitió masificar obras literarias y preservar los principales elementos culturales en tiempos en los que la lectoescritura no era un bien socialmente compartido, la labor que los periodistas, planificadores y demás profesionales de las Ciencias de la Comunicación desempeñan a diario no ha sabido ganarse aún el reconocimiento en el campo de las artes. El mayor desafío, entonces, está centrado en salir al mundo, sacar todo rédito posible al recorrido realizado dentro de la Academia e intentar explotar al máximo los nuevos horizontes que se le plantean a la producción audiovisual.