Desde fin de siglo XIX el aluvión inmigratorio produce, entre otras mutaciones urbanas, la aparición de una multitud de niños y niñas que “vagan” por espacio público y que se confunden con el contingente de los llamados niños “expósitos”. Para estos fenómenos sociales se implementan en la argentina moderna tres respuestas, según Torrado: primera, la asistencia en hospitales y hospicios para indigentes válidos (o sea pobres en condiciones de trabajar); segunda, asistencia benéfica extra hospitalaria (de carácter filantrópico, caritativo o de beneficencia) controlada por “Visitadoras de Higiene” en orfelinatos y Casa Cuna; tercera, asistencia específica para pobres vergonzantes, pobres que eran considerados responsables de su situación en términos individuales y como tales pedían socorro. Y, a comienzos de siglo, se multiplican las organizaciones no estatales para ese socorro mutuo, vinculadas, por ejemplo, a las asociaciones de inmigrantes. 3 De todos modos, lo determinante es que el estado (se trate de sus aparatos represivos o de los ideológicos) no tiene interés en asumir una responsabilidad en términos de derechos, por eso complementa y promueve la actividad caritativa, incluso en manos religiosas, a pesar del carácter laico de dicho estado, lo que muestra el alto grado de interpenetración en el nivel capilar, como notaremos cuando Bermann considere la situación en asilos como el “Buen Pastor”.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)