Las reflexiones sobre la actividad de traducción y sus resultados han estado marcadas históricamente por el mayor o menor alejamiento respecto de la obra original. También a través del tiempo se ha intentado dar respuesta a la pregunta ¿qué es una buena traducción? con la formulación de reglas generales, es decir, prescribiendo. Afortunadamente, hacia mediados del siglo XX, comienza a sistematizarse el estudio de la actividad de traducción y se entiende la complejidad que la sustenta, ya que en ella confluyen aspectos diversos, tanto lingüísticos como cognitivos, culturales o comparativos. De allí en más, los estudios sobre la traducción abandonan la prescripción y asumen una mirada descriptiva y explicativa, que se relaciona con las normas del género discursivo que se traduce, con las normas sociales del público para el cual se traduce y con las que se establecen entre la editorial o cliente y el traductor. Desde las aparentemente ingenuas definiciones de traducción, pasando por un recorte histórico de la evolución de su estudio, este libro recorre la relación entre lingüística y traducción, discute la evolución de los conceptos de unidad de traducción y equivalencia, expone la problematización del sentido en la lexicología y la terminología, que son campos afines con la traducción, e introduce la relación entre cultura y traducción.