En una escala casi global, las últimas décadas han presenciado la crisis renovada de las “nacionalidades” –entendidas como el proyecto permanente, indisputable y unificado del Estado nacional– y el fortalecimiento de los “nacionalismos” –como identidades locales y periféricas; étnicas, religiosas o políticas– que se construyen al interior de las naciones y fuera de ellas. Mientras en la Antigua Unión Soviética y la Antigua Yugoslavia “la identidad nacional” fue revelada como una falacia, los nacionalismos étnicos adquirieron mayor vigor y notoriedad global, de Somalia a Brasil, de Irak a China, de Sudán a Ruanda y de Bosnia a México.
Hemos ingresado a una era “postnacionalista, postindustrial, postmoderna” (Smith, 1990), en la que existe “un eclipse del Estado moderno como unidad política, económica y cultural” (Gilroy, 1992).
En esta nueva era, la pregunta sobre la relación entre etnicidad y nacionalidad pasa al centro del debate político, teórico, ético y social. La Identidad (con mayúscula) ha sido desafiada por las identidades múltiples; el concepto de identidad como afirmación de la igualdad cede lugar a la identidad como afirmación de la diferencia.
En Estados Unidos, como en otros lugares, esta crisis de Identidad moderna, homogénea y monolítica ha hecho que la pregunta por la “identidad” cobre gran urgencia en los espacios académicos (Chanady, 1994; Grossberg, Nelson y Treichler, 1992; Parker y otros, 1992). Pero no se trata de una pregunta con interés sólo para los estudios culturales o poscolonialistas, es un asunto político que puede definir y cambiar las alianzas y los votos, descalificar a los voceros de ciertos grupos, despertar antipatías viejas o generar simpatías nuevas. Por ejemplo, en la pugna por la nominación demócrata en las elecciones de 2008, una pregunta surge una y otra vez en los espacios políticos: ¿Es Barack Obama un hombre negro? Y si lo es, ¿es lo “sufientemente” negro? Y si no lo es, ¿qué es? ¿Un blanco de tez oscura? La presencia de Obama desestabiliza los esencialismos raciales y los saca a la luz, a la superficie del discurso.