Estallidos sociales, cortes de ruta, convocatorias nacionales, u ocupaciones masivas de plazas centrales, son variantes del mismo tema; parte de una ola, un ciclo, o un repertorio de protestas que, originadas por las consecuencias de las políticas estructurales del ajuste (Tenti, 2000; Oviedo, 2001), representan una ruptura con las prácticas políticas tradicionales (clientelismo) y una forma novedosa de política popular (Dinerstein, 2001).
Muchas veces, el relato de los intelectuales se hace eco del discurso de los manifestantes. Muchos de los líderes y de los participantes de organizaciones disidentes también mencionan al Santiagazoy a la Puebladacomo episodios fundantes de su lucha:
el primero, inauguró en 1993 la resistencia contra el gobierno neoliberal del presidente Carlos Menem; el segundo, dio a luz en 1996, al fenómeno de los piqueteros que, extendido desde entonces por toda la Argentina, continúa hasta hoy (Kohan, 2002; Cafassi, 2002). Es cierto que resulta difícil pensar en situaciones que puedan explicar mejor la naturaleza de la protesta popular de Argentina.
Sin embargo, estos actos inaugurales dan cuenta de un hecho evidente: los manifestantes en Santiago y en Cutral Co actuaban de maneras diferentes. En este artículo, intento reconstruir las acciones de los manifestantes, las creencias colectivas y los sentidos compartidos en ambos sitios, apoyándome en E.P. Thompson y en la noción de J. Scott de “economía moral”.
Sin embargo, en vez de analizar el consenso popular en torno a cuáles son los precios de mercado legítimos e ilegítimos (el significado base del término para ambos autores), intento examinar aquí la creencia compartida sobre cuáles son las prácticas políticas correctas y cuáles las incorrectas, por ejemplo, las acciones de los funcionarios estatales y los representantes electos.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)