En una de las obras que en años recientes Régis Debray (1997) publicara en la región, se preguntaba: ¿Cómo y mediante qué estrategias y bajo qué restricciones la humanidad consigue transmitir sus creencias, valores y doctrinas? ¿Cómo podría uno explicarse que ciertas palabras, en ciertos momentos y no otros, consiguen estremecer al mundo? ¿Por qué fue Karl Marx, por plantearlo con un ejemplo concreto, quien marcó a fuego el siglo XX y no Pierre Proudhon o Auguste Comte? El tema no es menor, en una sociedad como la nuestra que se pregunta acerca de sus fracasos, concepciones de mundo e imaginarios acerca de su “torcido” destino histórico. Acerca de sus incesantes vaivenes, giros y contragiros ideológicos. Y acerca de sus virtudes, vicios y pérdidas; y como sus palabras se fortalecen y desvanecen con el exitismo que sólo practican los fanáticos. Pero tampoco es menor para nuestras instituciones de contención, que reiteradamente se manifiestan dispuestas a enfrentar las crisis, aportar sus esfuerzos y ofrecer todo su conocimiento disponible para desenredar las madejas e iluminar los claro-obscuros consecuentes.
Para los intelectuales, en tanto, particularmente cultivadores de las ciencias sociales, la pregunta roza los cuestionamientos acerca del papel que puede tener el conocimiento para pensar y repensar el orden social constituido, las tramas de la historia y los cotidianos que exploran el difícil ejercicio de la vida. O para plantearlo desde una óptica prospectiva y desde nuestro propio campo y práctica profesional, acerca de ¿qué se puede esperar y qué no de los estudios de comunicación y del cultivo de las ciencias sociales? Y si ¿está claro y se discute realmente o no en las universidades argentinas cuáles pueden ser los aportes que desde la ciencia pueden hacerse para construir una otra sociedad posible? Este texto pretende explorar esos interrogantes y caracterizar y discutir los planos en los que, a entender del autor, el conocimiento y el trabajo intelectual deja huellas en la tela de la historia para constituirse como agente co-promotor del cambio social.