Clásicamente la capacidad que poseemos las personas, y algunos primates, para atribuir estados mentales (intenciones, deseos, creencias, etc.) se ha intentado explicar desde dos perspectivas. La primera de ellas, usualmente denominada inferencialista, asume que esta capacidad se basa en la capacidad de nuestro sistema cognitivo para realizar inferencias sobre los estados mentales propios y de las demás personas. La segunda, a la conocida como simulacionista, sostiene que nuestra capacidad para comprender a los demás se encuentra posibilitada por la capacidad que poseemos para ubicarnos en la perspectiva del otro y actuar bajo su punto de vista.