Hay, en toda la literatura infantil, una presencia reiterada de lo diminuto: pequeños insectos, duendes, enanos, pulgarcitos o almendritas. Su pregnancia trasciende las épocas y las nacionalidades.
Casi siempre, la figura de lo diminuto se asocia en la mayoría de los casos a la del gigante, el ogro, quienes se constituyen en una amenaza para la “aparente” indefensión de los pequeños. Es esta polaridad la que parece remarcar la minusvalía de lo pequeño ante la mirada opresiva de lo gigante.
Este trabajo intentará, pues, recorrer la función de lo minúsculo en algunos ejemplos de la literatura universal y de la literatura argentina para niños.