Recuerdo muy bien aquel mundo de agua donde empezó mi vida. Lo recuerdo porque puedo imaginarlo, porque puedo conjeturarlo. Ese mundo de agua, redondo y sin fondo, donde adquirí mi forma fue la metáfora primera que conocí. Y el canal entre mi madre y yo, fue el primer verso. Porque la poesía es una conjetura acerca de lo inefable. Un modo, quizás el único, de acercarse a las quimeras.