El ansia de comer y el ansia de robar recorren esta Historia que va desde la Colonia hasta el Rosismo y concibe ese arco menos como un tiempo que como un espacio donde recurren problemáticas y escenas que la Revolución de Mayo (que en Una patria literaria no aparece ni al comienzo ni al final) no puede, no alcanza a explicar como parteaguas histórico. El ansia de comer y el ansia de robar están en la desesperación de los viajeros coloniales al Río de la Plata que sin encontrar nada, absolutamente nada para sostenerse, se ven obligados a mascar cuero y a tomar orina, y se encuentra también en el desafío del decano Rodolfo Rivarola cuando le sugiere a Ricardo Rojas, después de escuchar el discurso inaugural de la Cátedra de Literatura Argentina, que su temor, aun viviendo en el país del ganado y de las mieses, es seguir pasando hambre. “Usted acaba de prometer—dice Rivarola a Rojas, y así lo citan Cristina Iglesia y Loreley El Jaber—un riquísimo guiso de liebre. Quisiera saber de dónde va a sacar la liebre…”. Y frente a esa puesta en cuestión, directa, irónica pero no menos preocupante e incómoda, Rojas tiene que salir como proveedor y garante de la supervivencia: “Créame, señor decano, que salí a cazarlas hace tiempo”.